"Cuando los políticos deberían llorar de verdad"
KO YONG-CHUL Reporter
korocamia@naver.com | 2025-09-12 07:29:36
Ha llegado el momento de exigir algo nuevo a la política. Ya no podemos conformarnos con vivir de las migajas. Ahora, a los políticos se les exige un amor ardiente por su pueblo. Necesitamos una "política emocional", donde los líderes sean capaces de empatizar y derramar lágrimas genuinas ante el sufrimiento de la gente.
Actualmente, Paraguay y el resto del mundo se enfrentan a una realidad opuesta a esta exigencia. La política ha dejado de ser un servicio al pueblo o un espacio para lograr la igualdad, para convertirse en un patio de recreo para grupos egoístas que buscan beneficios privados. Son astutos y oportunistas, y solo se preocupan por satisfacer su sed de poder. Mientras toleramos esta realidad, nos agotamos con la vida diaria y perdemos la esperanza.
¿Desde cuándo hemos asumido que es normal que los políticos se alejen del pueblo? Mienten usando palabras hermosas como "libertad", y engañan a la ciudadanía. Esta falta de empatía en la política no solo afecta a los políticos, sino también a algunos empresarios, lo que ha llevado a una extrema concentración de la riqueza. El profesor brasileño Vanderlei Soela compara este fenómeno con una pizza, señalando que "casi toda la pizza se queda en manos de solo el 1%". Este desequilibrio de la riqueza es una bomba de tiempo que agota los recursos públicos que deberían ser para el pueblo, y empuja a la sociedad hacia la inestabilidad y el miedo.
El profesor Soela también afirma que este fenómeno está directamente relacionado con el crecimiento de los movimientos de extrema derecha. Al igual que el expresidente Donald Trump, quien rechazó la participación en organizaciones internacionales como la UNESCO diciendo que eran "inútiles y una pérdida de dinero", ciertas potencias y sus líderes desprecian la importancia de la cooperación y el diálogo internacional. Esto socava los principios fundamentales de la democracia, como la comunicación y el respeto a la diversidad, lo que resulta en la exclusión de los grupos sociales más vulnerables y las minorías.
Mientras algunos políticos acumulan riqueza de la noche a la mañana, adquiriendo lujosas mansiones y coches de alta gama, son indiferentes a la vida del pueblo que sufre en hospitales o en el transporte público. Esto no es normal. La indiferencia ante la vida de la gente y el abuso de poder son comportamientos extremadamente descorteses e insolentes.
Ahora, debemos exigir nuevamente y con fuerza a los políticos que amen a su pueblo. La política debe convertirse en una empresa dedicada al bienestar del pueblo, y todos los acuerdos deben ser promesas para el desarrollo de la ciudadanía. Ya no queremos "migajas de pan", sino que la vida de todos nosotros mejore. Estamos en una era en la que se necesitan desesperadamente políticos que de verdad lloren por su pueblo.
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